Marchamos porque no podemos mirar para otro lado y queremos decir basta, a la persistente reproducción de la desigualdad socio urbana y la fragmentación socio espacial que crece en nuestro territorio día tras día.
Para transformar la realidad, debemos actuar de otra manera, profundizar en lecturas críticas que trasciendan el binarismo, y transformar lo que vemos injusto todos los días.
La Ley Micaela permitió avanzar en la formación de cuadros técnicos de múltiples espacios; sin embargo, los recientes acontecimientos de violencia nos indican que no ha cambiado mucho en lo cotidiano. Mientras el discurso está aprendido, el machismo, el colonialismo y el productivismo están a la orden del día, en un sistema social que lo encubre.
Es urgente transformar la habitualidad y atravesar los límites que resguardan las reglas de la opresión en el ámbito privado.
Las leyes de cupo laboral travesti-trans, de paridad de género, de parto humanizado, de protección contra la violencia, de Matrimonio Igualitario e Identidad de Género, de aborto legal seguro y gratuito, son enormes logros de una lucha que avanza contra la desigualdad; sin embargo, en el campo de la arquitectura y el urbanismo seguimos actuando con reparos en la transformación de la realidad, en el proceso mismo donde se desarrolla.
Es necesario revisar críticamente en las políticas de hábitat la lectura mercantil que cuantifica metros de vereda, postes de luz y canillas como la respuesta posible, homogeneizando nuestra vida.
Necesitamos una mirada que trascienda la preocupación por los costos, que no es más que una mirada productivista reproductora de la desigualdad.
Necesitamos una política de hábitat que financie una política de los cuidados urbanos, que valore la vida.
Necesitamos resignificar las formas de propiedad, para trascender la desigualdad necesitamos formas de propiedad colectiva.
Necesitamos la participación efectiva y la incorporación de los intereses de la población en la elaboración de las políticas, dando lugar a que surja algo nuevo, que no estaba en la planilla.
No hay grandes cambios en materia de espacio urbano: sin dinero no hay agua, ni baños, ni bancos, ni sombra, ni vivienda… Esta realidad segrega, dejando a varios grupos afuera de las posibilidades del uso de la ciudad que se valoriza con el trabajo productivo y reproductivo que no se registra.
La lucha contra la desigualdad nos encuentra hoy aquí reclamando por un lugar en el mundo donde nuestras vidas sean consideradas como tales, donde la humanidad se aprenda en libertad.