Esta pregunta ha estado en constante construcción, a lo largo de estos 33 años, luego de aquel día donde el fiscal Strassera pronunciara el “Nunca Más” en su alegato final del juicio a la Junta Militar en 1985.
Un 24 de marzo como hoy, hace 42 años, se iniciaba el proceso de reorganización nacional. No se trata de una fecha conmemorativa, no es la historia de manual lo que queremos recordar, sino que invitamos a reflexionar sobre nuestra historia en un proceso. Un proceso histórico que tiene antecedentes antes de esa fecha y que continua desarrollándose más allá de aquel espantoso día. Entonces, nos reubicamos en este 24 de marzo, pero no en una fecha precisa, sino en un proceso complejo, para identificar que hay detrás de esta gran piedra de políticas neoliberales que llegaron con los militares y persisten en la actualidad.
En 1976, la dictadura cívico militar se autoproclamó cínicamente “Proceso de Reorganización Nacional”. La idea de reorganización hace pensar en un proceso previo de desorden que los militares buscaban erradicar. Para ello implantaron políticas en las que prevalecían los privilegios de las clases dominantes, accionando sobre las ideas y los cuerpos de aquellos que tuvieran intenciones de transformar la realidad desigual que reinaba. Trabajadores, delegados barriales, profesionales, militantes, mujeres y hombres que con sus vidas y sus obras perseguían una dirección trazada por su lucha, en pos de alcanzar niveles de trato social más elevado.
A pesar de los enormes obstáculos que nos dejó la dictadura, hoy, como ayer, podemos reconocer la necesidad de luchar para transformar las injusticias que nos atraviesan día a día.
Las políticas aplicadas por aquel proceso tienen consecuencias visibles, 30.000 compañerxs desaparecidxs como el símbolo más violento de esta lucha. Pero también dejaron su impronta en las obras de la ciudad “ideal”, planificada para el modelo urbano homogéneo y excluyente que perseguía la dictadura.
Los resultados de 7 años de dictadura, han sido tan profundos, que aún luego de 35 años de democracia, continúan oprimiendo a las minorías, a los pobladores de los barrios, a los trabajadores de la economía popular. En la Ciudad de Buenos Aires estas marcas aún persisten y determinan las posibilidades y las limitaciones para moverse, acceder, e incluir a sus habitantes. En la Pcia de Buenos Aires las normas de la política urbana mantienen vigente una Ley de Ordenamiento Territorial diseñada en plena dictadura que privilegia la propiedad privada, sin reconocer en la producción urbana la complejidad de los barrios populares, perpetuando la idea de una ciudad “para quien la merezca; para el que acepte pautas de vida, agradable y eficiente”. Excluyendo a las masas populares a villas y asentamientos, los cuales son consecuencia de esta producción urbana capitalista. En lo que refiere a la construcción, la dolarización del mercado de suelos, la especulación financiera y la venta de nuestras mejores tierras fueron el comienzo de una entrega que no cesó. Por sobre todo, se privilegió la continuidad de la reproducción del capital, se favoreció impunemente a las clases dominantes, a la liberalización de la ciudad y a la individualización del crédito, profundizando la brecha entre los que más y menos tienen.
Marchar el 24 de marzo no nos debe encontrar distraídos. Debemos estar lúcidos, salir a la calle para cuestionar lo dado, replantearnos y posicionarnos como protagonistas en la lucha cotidiana. Así continuaremos arrojando luz sobre la oscuridad, como lo hicieron tantos jóvenes hoy más maduros o desaparecidos. No podemos caer en un paso superficial, esta es una jornada para continuar la lucha histórica y cotidiana; no es una conmemoración formal.
No se trata del consumo alrededor de la idea de la memoria, del “Nunca Más”. Si así fuera, corremos el riesgo de vaciar su contenido, si nuestra lucha no busca una realidad más equitativa. La continuidad del proceso histórico tiene que permitir reconocer y restituir aquellos puentes que nos permitan comprender la historia en su totalidad, que reconozcan las prácticas transformadoras que se llevaron adelante, y también visibilicen las acciones represivas que aún persisten en nuestro territorio.
Encontrémonos en los barrios, junto con las organizaciones y los pobladores, exigiendo políticas inclusivas que instrumenten un cambio profundo y nos permita vivir una democracia plena, tanto desde las ideas como en las acciones. Las políticas urbanas promovidas por el golpe no distan de las que se impulsan actualmente. Es una maquinaria que continúa funcionando, y moldeando un sistema inaguantable. Como sociedad debemos pronunciarnos, visibilizando la obra, las prácticas y la vida de los que lucharon y aún luchan por esta transformación.
PROYECTO HABITAR
imagen 01: proyecto habitar / imagen 02: ezequiel biagioni